Querido Daniel,
Te mando un relato de mis más recordadas experiencias de aquel proyecto tan especial que tendrá que repetirse algún día.
Espero te guste. Avísame si vienes en algún momento a California y nos juntamos con el Danny para una sesión de palos!
Tenía 8 años cuando conocí a Daniel Spatz. Mi padre formaba un proyecto tenístico de carácter pionero y visionario en el Perú, que cambiaría la vida de muchos. Para tal efecto, convocó a un entrenador argentino que prometía revolucionar la formación, enseñanza y mentalidad del tenis en nuestro país. No fallaron ni el proyecto, ni él.
La escuela de tenis establecida en la luego mítica academia Acuña, formó no sólo tenistas de primer nivel, sino personas que crecieron a nivel humano, aprendieron a competir, a disciplinarse, a abrazar lecciones de vida de incalculable valor y que lograron, en su plena mayoría, cosas muy especiales a través de este extraordinario deporte.
En lo personal, trabajar con Daniel fue exponerme por vez primera a lo que significaba un entrenamiento profesional de tenis. Fue darme cuenta desde temprana edad de la importancia del físico, de la parte mental del juego, tan representativa del tenis argentino y que agradezco se me inculcara a tan temprana edad. Gracias al sistema de trabajo en grupos, la academia se convirtió en, al menos para quienes como yo, el tenis lo era todo, una suerte de universo personal. Los jugadores y entrenadores que por ahí militaban eran los personajes mas significativos de nuestras vidas.
La meritocracia prevalecía y generaba incentivos de vital importancia en la formación de jugadores competitivos, al poder subir o bajar de un determinado grupo a otro, basado en el rendimiento del mes. Hubo un patrón de formación técnica muy organizado y meticuloso, mediante el cual se le dio la importancia correspondiente a cada golpe, al saque, la consistencia, la concentración y el entrenar verdaderamente a conciencia. Esto en sí mismo constituía ya una suerte de epifanía tenística. Fue realmente innovador. A todo lo anterior, le sumo lo que para mi fue de lejos lo más revolucionario y llamativo de éste sistema: el enfoque dado a la preparación física, herramienta indispensable en el tenis moderno y que todos habríamos luego de corroborar.
Quisiera resaltar la camaradería y educación que promovieron no sólo Daniel, sino el resto de técnicos que formaron parte de su equipo.
Esto para mí, fue igualmente, si no más, importante que la formación tenística en sí que se brindó en la academia. Las palabras que nunca olvidaré de Daniel, que sintetizan de manera inequívoca el enfoque que se dio a todo, se las escuché decir en el año 1992. “El éxito como tenista, pasa y, al final del día, queda la persona”. Hasta el día de hoy, en que soy actor, no olvido esa valiosa frase. Procuro aplicarla en mi vida diaria y trato de transmitírsela a otros.
Espero sinceramente, en un futuro, poder contribuir en alguna medida, con Daniel, a la recreación de una escuela de características similares, a fin de queuna nueva generación de chicos pueda tener lo mismo que yo tuve: una formación total en el maravilloso mundo del tenis; deporte gracias al cual he logrado abrir muchas puertas en la vida.
Diego Acuna
Los Angeles, CA – 2011